miércoles, octubre 18, 2006




Una nueva mirada a Buenos Aires

Por diversas razones y por más de 18 años no pisaba las callecitas de Buenos Aires.
Estuve recién una semana casi completa, me llené los ojos de sus edificios con balcones y balaustradas de fierro negro, que nos provocan un resto de nostalgia europea. La pátina del viento, el tiempo y el smog los ha teñido, dándoles una identidad tan propia.

Con los estudiantes que iba, asistimos a clases en Puerto Madero, zona renovada, llena de restoranes una nueva versión de lo que fue antiguamente el puerto típico y el barrio de La Boca, que por supuesto se conserva. Hoy se elevan allí las Torres Catalina y pulsa en ellas el nervio y centro de las actividades comerciales del gran Buenos Aires

Abundan los restoranes, edificios innovadores. Mucho vidrio, todo moderno, con un sabor diferente.


Buenos Aires sigue lindo. Sus librerías para enloquecer. Un concepto tan diferente del acceso a la cultura al de nuestro país. Librerías en las que puedes leer libremente. Amplios y cómodos sillones, mesas, cafecito a mano y todo lo necesario para una buena lectura. Libros sin plásticos que los cautiven, aprisionen, protejan de nuestras manos y ojos. Libros que no hay que pagar previamente para ser hojeados. Se privilegia, se posibilita tenerlos en las manos, pasear la vista por sus páginas, dejarse llevar por la música suave que invita a reflexionar la lectura en calma.

La cultura en Buenos Aires está allí, lista para ser tomada, aprehendida. Está en las calles, en las plazas, en los parques donde muchos artistas callejeros muestran su quehacer a cambio del aplauso y las monedas de los turistas y gente que detiene su pasar al verlos. La cultura está en los viejos salones de té como El Café Tortoni y El Café Ideal que desde 1858 reciben a la intelectualidad, la bohemia, los turistas y los habitantes de esta ciudad que no duerme.

Así es, Buenos Aires no duerme, palpita en cada una de sus calles, en cada uno de sus teatros de revistas donde luces de neón anuncian a vedettes de primera línea. Altas, platinadas, llenas de plumas y tal vez de silicona, sonrientes ellas nos miran pasar desde los inmensos afiches que invitan a entrar.

Buenos Aires es teatro, con Cecilia Roth regalona de Almodóvar y Dominique Sanda la estrella de Bertolucci que vino y se quedó enamorada de un porteño. Es el teatro de Norma Aleandro y tantas otras que hemos seguido por años. Es revista y musical. Es noche, trasnoche y madrugada. Es arrabal, lleno de bacanes y minas, pero también es miseria, pobreza y vergüenza.

Buenos aires me deja maravillada y triste. Sus calles llenas de vitrinas donde maniquies inertes lucen hermosas tenidas de trabajados cueros están llenas de personas pobres, en condiciones de indigentes a la espera de la salida de la basura para rebuscar.

Tuve la oportunidad de presenciar como los niños de la calle esperan la salida de los contenedores de basura del Mc Donald, para lanzarse sobre ellos en medio de la noche a encontrar hamburguesas descartadas, restos de brownies y hasta quizás un vaso maltrecho con un resto de "Coca-cola su bebida"

Las "callecitas de Buenos Aires" están llenas de familias de indigentes en situación de extrema miseria,que duermen en las calles sobre cartones. Mujeres, hombres y niños que se recuestan contra los quicios de las puertas y acurrucados escapan del agua de la lluvia y el viento frío cubiertos por cartones que, doblados, protejen y moldean sus cuerpos.

Vamos a la universidad caminando. La mañana amanece con un sol radiante. El viento húmedo y frío golpea las mejillas.

Una familia completa duerme junto a las vitrinas de la tienda Dior en calle Florida. Bajamos la voz, temerosos de despertarlos y avergonzados de asomarnos a su expuesta intimidad.

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