lunes, enero 29, 2007




Tolerancia, ternura, paciencia.
Una pequeña gigante que nos remeció a su paso

Tiempo sin escribir. Muchos trabajos varios. La casa, la universidad, el quehacer cotidiano que no deja espacio a los pensamientos que se ahogan en la acción.

Todo ha sido normal. Pasaron las esperadas fiestas: Navidad con sus regalos y su olvido del motivo profundo. Nos nació una buenanueva me pregunto? o solamente recibimos muchas cosas, costosas cosas?
Luego el Año nuevo, esa costumbre tan particular de darse abrazos y llorar necesariamente emocionados. Noche para celebrar, comer, bailar, reir, estar con amigos y llorar mucho...por lo que no están , por los ausentes, los que se fueron. Lamentarse por lo que ya no es! En fin todo eso pasó y nos disponíamos a soportar el calor en enero sin mayor motivación que tachar los días del calendario esperando el necesario y anhelado descanso.
En ese marco sucede un hecho inusitado. Empioezo a visitar páginas y páginas en internet. Dicen que viene y quiero conoerla de antemano. Es la Pequeña Gigante, que ya ha caminado por dos o tres pueblos anteriores ahora se dirige a Santiago.
Me pregunto ansiosa. Podré verla? Cuál será el recorrido? Será libre o con entradas? Qué hará la gente?
En medio de mucha expectación llegó el día. Ya estaba allí, durmiendo en las afueras del Mercado central. La presidenta fue la encargada de dar el vamos a la búsqueda del Rinoceronte. En medio del caos burocrático y de los muchos entuertos y desaguisados del gobierno quizás este fue su gesto positivo, involucrarse en la pureza y maguia de esta fantasía. Al país le hace falta pureza y transparencia ...mucha.
Bueno ella estaba alli. Escapé al almuerzo y alli me enfrenté a ella mientras dormía. Su pecho se hinchaba con la respiración tranquila y acompasada. Sus ojos de largas pestañas cerrados. A pocos su boca se movía como saboreando un dulce sueño. Una de sus manos laxa caia al costado y sus piernas parecían descansar después del largo recorrido.
Me observé junto a la reja. Mi cuerpo pegado queriendo estar más y más cerca. Mi hija sacaba fotos y nos turnábamos la cámara para inmortalizar lo que nuestros ojos estaban viendo. Quizás era buscando atrapar esas emociones y sentimientos que afloraban guardados por tanto tiempo.
Mucho calor, mucha gente. Era una actividad tremenda. Todos iban y venían. Unos vendían otros compraban. Niños azorochados tironeados por sus madres y padres que buscaban por un momento volver a esa infancia perdida. Descubriendo que aún en el fondo latían esas niñas y niños dejados por tanto ruido, tanto olvido.
Nos alejamos en medio de todo. Mis ojos estaban llenos de ella, mis ojos aún lagrimeando, mi corazón agitado lleno de emociones y sentimientos para retener.
Ayer no pude evitar ir a su despedida.
Temprano estuve con mis hijosen Alameda. La cara de José Antonio al verla fue un episodio, un evento, un espectáculo increíble. Era un niño riendo emocionado. El estaba feliz. Tanto que agarró sobre sus hombros a un niño y lo ayudó a disfrutar la llegada de la pequeña.
Javiera muy intensa. Su emoción se refleja en su cuerpo entero. Se va para adentro, lo vive en profundidad. Las dos nos apretábamos las manos como para sentir que no era un sueño!
Vino el plash de los platillos gigantes, los papeles de colores volando por el aire. La multitud toda eran miles de caras felices, radiantes. No había penas, enojos, rencores, dudas. Nada estábamos por verla!
Y llegó el momento en que ella pasó. Su cabeza se inclinaba como saludando a cada uno. Sus pestañudos ojos nos miraban con dulzura, llenando de ternura, uno de los conceptos que nos dejó, cada uno de los corazones de quienes la habíamos esperado.
Yo no supe de nada. Quedé atrapada mirando sus zapatos, el vehículo en que viajaba ...quería mirar muchos detalles. Pero se me olvidó todo y el momento de su paso se esfumó, fugaz como un sueño, como una estrella errante.
Ya venía detrás el rinoceronte, con su furia, su mal olor, su rudeza que asustaba a todos. Entonces reí y pensé que feo. Mas entonces recordé el segundo concepto que la Pequeña nos dejó: Tolerancia. Si que diferente el Rinoceronte, pero hay que tolerar las diferencias, aunque a veces nos cuesta y mucho!
Fue mágico, fue hermoso. Descubrí que puedo volver a ser niña, a pesar de mis sesenta. La Pequeña subió al camión que la llevaría a Valparaíso.
Y yo estaba allí al medio de la Alameda.
Las lágrimas corriendo fuerte por mis mejillas, mi mano en alto despidiéndola, con el dolor de no saber hasta cuando volveré a encontrarme con esa niñita de calcetines blancos y trencitas que vive dentro de mí agazapada y sale ante la aparición de "Pequeñas" como ésta.
En fin me doy la vuelta. Seco mi cara empapada y veo a mis hijos emocionados.
Les agradezco estar conmigo en este momento tan importante. Me felicito por la relación que hemos establecido, soy privilegiada de tenerlos sin duda.
Bien hay que retornar a casa,
Nos enfrentamos al Metro. Repleto, largas colas, todo el mundo quiere subir.....
Paciencia! casualmente ese es el tercer mensaje de la Pequeña Gigante.